Letras muertas en un papel

Más de un millón de dominicanos sufren algún tipo de discapacidad en nuestro país, pero poco ha hecho la sociedad para permitirles llevar una vida plena y digna.

Las barreras que enfrentan las personas con discapacidades son numerosas y variadas.

Desde la falta de rampas y ascensores en edificios públicos y privados, hasta la ausencia de señales sonoras y visuales en sistemas de transporte como teleféricos, metros y autobuses.

Estos obstáculos no solo dificultan el acceso a servicios básicos y empleo, sino que también minan la dignidad y autonomía de estos ciudadanos.

Es inaceptable que en pleno siglo XXI, una parte significativa de nuestra población continúe siendo relegada y marginada debido a la inacción y el desinterés.

A pesar de la existencia de leyes y normativas diseñadas para fomentar la accesibilidad a servicios, lugares públicos y empleos, las debilidades y precariedades en su implementación y cumplimiento son evidentes.

Es imperativo que estas leyes sean más que letras muertas en un papel; deben convertirse en realidades tangibles que transformen positivamente la vida de quienes más las necesitan.

Las leyes de accesibilidad están diseñadas para garantizar que todas las personas, independientemente de sus capacidades físicas o sensoriales, puedan disfrutar de los mismos derechos y oportunidades.

Sin embargo, la realidad nos muestra que su aplicación es insuficiente y, en muchos casos, inexistente.

Hacer valer las leyes de accesibilidad no es solo una cuestión de justicia legal, sino también de justicia social y humana.

Al garantizar que todas las personas puedan participar plenamente en la vida social, económica y cultural de nuestro país, estamos construyendo una sociedad más inclusiva, equitativa y digna.