El colapso del sistema de semáforos

El brutal colapso del sistema de semáforos, que sumió ayer a la capital en un caos vehicular durante horas, ha puesto al desnudo las múltiples vulnerabilidades que afectan nuestro sistema de la movilidad urbana.

Esta falla no solo paralizó el transporte de pasajeros y retrasó a miles de automovilistas en su camino hacia sus destinos, sino que también evidenció una preocupante falta de planes de contingencia para enfrentar este tipo de situaciones.

Lo más alarmante es la ausencia de una respuesta inmediata y efectiva por parte de las autoridades correspondientes.

El Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant) no pudo mostrar en todo ese lapso la capacidad de actuar con prontitud para aliviar el caos generado.

Esta falta de acción es inaceptable en una ciudad que ya sufre de una congestión vehicular crónica, agravada por un suministro eléctrico inestable.

Desconocemos si existen en carpeta planes de emergencia efectivos para este tipo de imponderables.

Pero existan o no, es imperativo evitar que esta situación se repita, con todos sus bochornosos efectos.

Si no existen planes de contingencia, como luce que no los hubo a tiempo, entonces hay que formular protocolos claros y bien coordinados para responder de inmediato a fallos en el sistema de semáforos.

Lo curioso es que, en otros momentos, cuando los semáforos parecen funcionar sincronizadamente, los policías de tránsito asumen el control de la circulación de vehículos.

Pero ayer no aparecían ni siquiera en los puntos críticos, y su papel tuvo que ser asumido por ciudadanos voluntarios.

Y penoso resultó, por igual, que las autoridades se mostrasen incapaces de informar de manera oportuna y transparente sobre la naturaleza del problema y las medidas que se están tomando para resolverlo.

Esta falta de información ha profundizado el descontento y la frustración de los ciudadanos.

La capital dominicana no puede permitirse otro episodio como el que hemos presenciado.