CRÍTICA
“El sueño de la vida”, tan onírica como extensa
Las actuaciones del elenco, especialmente la del veterano Miguel Bucarelli, estuvieron sobresalientes, pero la puesta en escena extremada e innecesariamente extensa

“El sueño de la vida” fue presentada en la sala Máximo Avilés Blonda y se convierte en el primer montaje del año 2025 de la compañía estatal de teatro.
A esta puesta en escena le sobran dos actos y tres canciones. Pongamos que, en primera instancia, el acto protocolar de celebración del Día Internacional del Teatro (esperemos que las funciones de los días siguientes hayan transcurrido con mejor ritmo), los homenajes realizados a Emilio Aparicio y a Iván García extendieron la presentación de “El sueño de la vida”, al punto de convertirla en un bodrio interminable.
Sí, es cierto que esta obra teatral está basada en un texto inconcluso de Federico García Lorca. Es cierto que el trasfondo del argumento está relacionado con la guerra civil española y las penurias que vivieron miles, millones de personas contrarias al régimen fascista; que las muertes, migraciones forzosas y violaciones a los derechos humanos y fundamentales de las personas tampoco daban para emular fiestas, pero hay tantas maneras de contar historias, sin que el aburrimiento forme parte del performance…
Aunque las actuaciones del elenco, especialmente la del veterano Miguel Bucarelli, estuvieron, digamos que sobresalientes, pero la puesta en escena lenta, extremada e innecesariamente extensa, competía muy estrechamente con las intervenciones de actores y actrices.
Una vez más el director de la Compañía Nacional de Teatro, Fausto Rojas, recurre al uso de máscaras, como marcando un sello en su estética teatral.
Un recurso que las primeras veces sorprendió, impactó, pero que, tantas veces utilizado, se puede llegar a inferir que, al inquieto actor y director, se le están agotando los recursos en sus creaciones.
“El sueño de la vida” es un montaje onírico, surrealista, muy cercano a lo poético.
Sin embargo, llevarla a tres actos, con escenas innecesarias como las de los gitanos y esas canciones que debieron ser flamencas, dada la naturaleza andaluza del autor granadino, pero que lo único que lograron fue poner en apuros a la actriz Nileny Dipton, a quien le tocó la penosa tarea de interpretarlas.

“El sueño de la vida” fue presentada en la sala Máximo Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes, con las actuaciones del elenco de la Compañía Nacional de Teatro, dirigida por Fausto Rojas.
En la obra se rompe la cuarta pared más de una vez. Lo aplaudimos. Sin embargo, ni esto, recursos escenográficos creados por Fidel López, ni el vestuario de época de Bautista Sierra dieron mayor ritmo a una puesta en escena que, seamos honestos y jamás mezquinos, procura guardar fidelidad con el tipo de teatro obscuro, casi apocalíptico de García Lorca.
El elenco, además de Bucarelli y Dipton, estuvo compuesto por los miembros de la Compañía Nacional de Teatro Manuel Raposo, Wilson Ureña, Johnnie Mercedes, Ernesto Báez, Gilberto Hernández, Pachy Méndez, Canek Denis y el invitado especial, el español Luis Hacha.
“De buenas intenciones está lleno el infierno”. Así reza una clásica frase que bien puede ajustarse a este montaje, en el postulado de que estamos más que seguros que el propósito era agradar al auditorio, que tanto director como actores pusieron todo el empeño, destrezas histriónicas y técnicas teatrales para presentar un buen producto. Sin embargo, la desproporción del mismo, tanto de tiempo, como de escenas superfluas, deslucieron lo que se perseguía en principio.
“El sueño de la vida” fue presentada el fin de semana pasado en la sala Máximo Avilés Blonda y se convierte en el primer montaje del año 2025 de la compañía oficial de teatro.