CRECIMIENTO URBANO
Urbanistas observan desidia frente a una ciudad enferma
EXPERTOS DEPLORAN CRECIMIENTO DESORDENADO Y DEFICIENCIA EN SERVICIOS BÁSICOS
En la ciudad de Santo Domingo viven alrededor de tres millones de personas distribuidas en 1,404.44 kilómetros cuadrados (104.44 en el Distrito Nacional y 1,299.72 en la provincia Santo Domingo).
Los urbanistas, al referirse al territorio que abarca la ciudad, prefieren no fragmentarla y se refieren a ella como esa gran masa urbana que empieza en los linderos orientales de Haina, al oeste del Gran Santo Domingo, se extiende hasta Boca Chica siguiendo el litoral sur y termina en los límites urbanos de Villa Mella, al norte.
“Desde un quinto piso esa ciudad se ve bellísima”, dice uno de los más grandes urbanistas y desarrolladores sociales dominicanos, el arquitecto Rafael Tomás Hernández, famoso por haber empalmado la avenida 27 de Febrero con la autopista Las Américas en 1976 y construido y diseñado el Parque Mirador Norte.
“Lo que ves aquí no lo ves en otra parte del mundo: se alcanza a ver el mar, el verde, los edificios bonitos, pero cuando bajas, cuando penetras, si tienes que caminar a pie dos cuadras te das cuenta que la vida que se lleva en medio de la ciudad es paradójica”.
Contrastando con los modernos rascacielos, dice, hay una masa tumefacta que al penetrarla se traduce en carencias urbanas y de servicios indignos para un ser humano.
“Es que la ciudad está enferma”, dice otro reconocido urbanista y arquitecto dominicano, Eugenio Pérez Montás, autor de “La Ciudad del Ozama, 500 años de historia urbana”, e ideólogo de los parques Mirador Sur y Este y del Zoológico Nacional.
“La ciudad está enferma y nadie se quiere hacer responsable de los problemas urbanos de Santo Domingo”, se queja.
El crecimiento vertical, los muchos planes estratégicos anunciados por las instancias públicas encargadas del reordenamiento del casco urbano de Santo Domingo en los últimos 15 años no han logrado convertir a la ciudad en la metrópolis soñada.
“La burocracia de servicios como la educación, la salud, la sanidad ambiental, etcétera, está presente en la ciudad a través de códigos indefinidos. El Gran Santo Domingo y su sistema territorial está generando una metamorfosis espacial, núcleo dinámico en busca de una imagen propia: semiología urbana del siglo XIX. Es la forma de proclamar la autonomía de gobiernos locales desintegrados. Se evidencia la insolidaridad, la no continuidad y la atomización. Falta planificación y sentido común, sobra egoísmo y soberanía”, escribió Montás el año pasado en el prólogo de la IV edición de “La Ciudad del Ozama”.
LA REALIDAD
Sólo los avances en el área de arquitectura y de crecimiento vertical, la promesa de un Metro que resolvería parte de los problemas del transporte y las garantías de un proyecto (Sans Soucí) que promete cambiar el horizonte de la ciudad, se perfilan como los grandes hitos del urbanismo en los últimos años en la ciudad.
¿El resto? El CODIA, que siempre se ha quejado de que no lo toman en cuenta en la toma de decisiones, pide el fortalecimiento del poder municipal para que cumpla con el ordenamiento urbanístico; los agrimensores aseguran que no dan abasto para todo el trabajo que debe realizarse en el área; los urbanistas denuncian y proponen aunque no les hagan caso; la Secretaría de Medio Ambiente no quiere que le atribuyan asignaciones que no le tocan por Ley; el Consejo Nacional de Asuntos Urbanos (CONAU) y el Ayuntamiento del Distrito Nacional (ADN) anuncian proyectos estratégicos; el Clúster Turístico de Santo Domingo pide cambiar el decir por el hacer y el casco histórico de Santo Domingo se debate entre seguir en pie o resignarse a convertirse en morada de cucarachas y ratones.
ÍMPETU
A los urbanistas les gusta restregarle estas cifras a las autoridades: durante 400 años, desde su fundación a finales del siglo XV, la ciudad mantuvo un ritmo de crecimiento controlado.
El crecimiento desproporcionado comenzó en el siglo XX y muy específicamente a partir de la celebración de la Feria de la Paz, en 1955.
Este evento, dice Tomás Hernández, arrastró a Santo Domingo a cientos de trabajadores y nuevos inquilinos que alimentaron las cuarterías, caseríos y zonas arrabalizadas que ya existían para la época.
De 30, 943 habitantes en el año 1920 (en un área de 20 kilómetros cuadrados), la población pasó a 181,553 habitantes en 1950, a 487,000 en 1966 y a 2.4 millones para 1994; para este año, el territorio también había aumentado a 240 kilómetros cuadrados.
Para el año 2002, en la ciudad vivían aproximadamente 2.7millones de personas. Hoy se estima que la población de la ciudad ronda los 3 millones de personas.
Lamentablemente, dice el arquitecto, “este ímpetu poblacional no ha ido respaldado por una infraestructura física que lo acoja”.
Según Eugenio Pérez Montás, “hay problemas que los ayuntamientos quieren asumir, con toda la buena intención del mundo, pero que deberían confesar que no tienen capacidad para asumirlo”.
¿Cuáles son? El manejo de un centro urbano en nuestros días, especialmente cuando está enfermo y tiene cirrosis hepática con el transporte y VIH con la energía eléctrica, no está en las manos de los ayuntamientos dice.
EL PLAN RESURE
En el año 2005, el entonces presidente del Consejo Nacional de Asuntos Urbanos (CONAU), Joaquín Gerónimo, aseguraba que el Plan de Acción Coordinada Interinstitucional para la Re- Estructuración Social-Económica, Urbana y Ecológica de los Barrios Marginados que bordean los ríos Ozama e Isabela en la ciudad de Santo Domingo (Plan RESURE) iba a ser el megaproyecto social de la segunda gestión de Leonel Fernández. ¿Cómo va la obra? ¿Se comenzó?
PROTAGONISTAS
“Las estructuras para el control del desarrollo son confusas, difíciles y todos los días hay leyes nuevas, organismos nuevos y competencias nuevas indefinidas. todo eso crea una gran confusión que atenta contra el buen gobierno. La ciudad no está para tener un palacio municipal y unos regidores que hablan mucho tres veces a la semana y no resuelven nada. La ciudad está para que los problemas se cuantifiquen y se resuelvan”. Eugenio Pérez Montás, arquitecto y urbanista
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“En el Clúster Turístico de Santo Domingo vamos a cambiar el decir por el hacer. Hablamos de que hay necesariamente que hacer un cambio de paradigma, que se cambie el concepto de sector público y privado por el de ‘sector país’. Todos somos dominicanos y todos debemos sentir el mismo dolor, la misma preocupación para aunar esfuerzos en la búsqueda de la solución de las problemáticas que son nuestras ”. Marino López, coordinador del cluster turístico de Santo Domingo
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“Cierto es que la ciudad ha crecido sorprendentemente, pero ¿a qué precio? La respuesta es obvia, porque aunque existe un fraccionado desarrollo urbanístico, la realidad es la existencia de algunos sectores del DN en donde la pobreza y el desorden generalizado forman parte de su diario vivir, y en la provincia Santo Domingo se ha afianzado el desorden humano fruto de los graneros humanos que se han formado en los últimos años”. Ing. Arturo Pichardo, presidente del CODIA
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“Casi tan importante como la cuantificación de los servicios, que es medible en cuanto a las carencias que hay, está la carencia de la capacitación de la ciudadanía. Ahí es que veo el vacío, ético y ciudadano, de respeto, de conciencia, de que vivir en Santo Domingo es un honor, un orgullo, pero es un compromiso que obliga a uno a pagar, a conducirse y a respetar eso”. Rafael Tomás Hernández, arquitecto y urbanista
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“La SEMARENA tiene un proceso de control, de seguimiento y de fiscalización del cumplimiento de la normativa ambiental. Hay roles que deben cumplirse en función de las competencias institucionales. Nosotros prevenimos a través del Sistema de Impacto Ambiental, pero no es competencia nuestra la delimitación del territorio ni la autorización del uso de los territorios”. José Almonte, subsecretario de planificación de la secretaría de medio ambiente (semarena).