Cepos y rejas para controlar enfermos mentales
José Antonio Mirabal tiene más de 50 años viviendo en el cuarto de atrás de su casa, de niño lo operaron y el médico le dijo que podía quedar con problemas mentales, desde entonces sus padres le crearon una habitación, parecida a una celda, con un espacio para la cama, un pequeño baño y una puerta de hierro con barrotes.
Duerme en el piso, porque si le colocan un colchón lo destruye. Se necesita un colchón de material especial.
Cada día una vecina le lleva comida y agua; son contadas las veces en las que le permitían interactuar con su familia fuera de su cepo. Hoy, José Antonio tiene más de 60 años y vive aislado, su madre ya murió, su hermana tiene 78 años y está enferma, necesita de la ayuda de vecinos y cercanos para poder tener que comer, ya que él no sabe cómo integrarse a la sociedad.
Otro caso es el de Rafael, quiene tiene 33 años viviendo en el cuarto de atrás de su casa. De niño no hablaba, tenía problemas motores y sus padres le crearon una habitación parecida a una celda con un espacio para la cama, un pequeño baño y una puerta de hierro con barrotes.
Cada día un miembro de la familia le llevaba comida y agua, y eran contadas las veces en que también podía interactuar con su familia fuera de su encierro.
“Eso es parte de la estigmatización social de un paciente con una conducta diferente, socialmente lo poníamos fuera de la estructura de la ciudad, como una forma de negar la presencia en una familia determinada de un paciente psiquiátrico”, explica Mirla de los Santos, psiquiatra y director médico del Hospital Metropolitano de Santiago.
De los Santos está recién pensionada de la unidad de Salud Mental del Hospital José María Cabral y Báez, donde trabajó por más de 20 años, llegando incluso a ser su directora.
“Generalmente las familias de clase media y media alta que tenían la posibilidad de crear un cuarto en la parte de atrás de la casa, en el patio, donde las personas diferentes, sobre todo con conductas con problemas psiquiátricos, problemas de agresividad, inconductas, etcétera; no manchara el honor de la familia. Y eso se convirtió en una manera socialmente entendible”, afirma De los Santos.
Similar a Juan, quien tenía 12 años cuando su padre, quien tenía otros 6 hijos mayores, se dio cuenta que algo no iba bien con su desarrollo; sin embargo, en Espaillat en la década de los 80 una familia era socialmente señalada cuando un miembro acudía donde el “loquero”, uno de los nombres con los que hacían referencia a los psiquiatras, a la sazón. El padre decidió que el niño debía estar aislado, en el patio con unas esposas de palo, conocidas como cepo.
Rescatado
“En mis 30 y pico de años de psiquiatra me ha tocado sacar a varios pacientes del cuarto de atrás. Yo recuerdo un caso de Moca que tenían un muchachito amarrado como un animalito. Tenía un retraso mental de moderado a severo, y en dos meses de medicación ese muchacho ya estaba comiendo en una mesa, luego de tenerlo aislado”, enfatizó.
De los Santos cuenta que los medicamentos psiquiátricos tardaron en llegar, y “mientras tanto las familias con pacientes agitados en una fase aguda, psicótica, lo tienen contenido, encerrado, lo traen amarrado”, narra la especialista. Recientemente fue consultado por un paciente que tenía 15 años viviendo en el cepo, fue trasladado a una unidad, medicado y hoy duerme en su habitación y continúa su terapia.
“El cuarto de atrás también era efectivo para encerrar la persona con alguna situación mental, aunque no estuviera en crisis, cuando las familias recibían visitas importantes para evitar que nos identificaran como una familia que tenía una tarja, porque todas las familias tendría alguien con un problema psiquiátrico, pero nadie quería admitirlo, entonces eso se trataba como un secreto de familia”, explica la psiquiatra.
Unidades de Salud Mental
“Hoy en día no se justifica que existan los cepos, ya que hay unidades desde donde podemos darle asistencia a las familias. El 911, la Defensa Civil puede ayudarnos a que ese paciente llegue a los centros”, enfatiza la especialista.
Santiago tiene la unidad de Salud Mental más grande del país, cuenta con 20 camas para pacientes psiquiátricos. Está diseñada para brindar servicios de corto plazo a los pacientes, permitiendo que el paciente pueda permanecer ingresado entre 2 o 3 semanas para estabilizarlo, enviarlo a casa y que continúe su tratamiento de forma ambulatoria.
Esta no es una unidad para pacientes crónicos de larga estadía. En el Hospital San Vicente de Paúl, en San Francisco de Macorís, cuentan con una unidad que tiene 10 camas.
En La Vega cuentan con dos unidades pequeñas, una en el Hospital Luis Morillo King que dispone de 4 camas de internamiento, y otra en el Hospital Traumatológico Profesor Juan Bosch con 2 camas.
En el Hospital Ricardo Limardo existe una unidad que cuenta con 4 camas para pacientes, mientras en el Hospital Luis Bogart de Valverde opera otra área de pacientes psiquiátricos con dos camas.
La autora es Jefa de la Oficina Regional Norte del Listín Diario.