¿Quién educa al pueblo?
“Misericordia quiero, no sacrificios”
Esta frase es Palabra de Dios y Jesús la decía enojado con los discípulos que seguían sin entender. “No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Todas las lecturas de hoy tienen mucho que ver con la misericordia y el poder de Dios para cambiar los corazones de los fieles. “El que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios”. El salmo también es precioso y la primera lectura tomada del Profeta Óseas canta lo que debe de ser la vida del cristiano de una manera maravillosa en forma de poema: “¿Qué haré de ti, Judá? Su piedad es como nube mañanera, como rocío de madrugada que se evapora. Por eso los herí por medio de los profetas, los condené con la palabra de mi boca. Quiero misericordia, y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocautos”. La Segunda Lectura tomada de la carta de San Pablo a los Romanos, que es una carta bella, toda ella nos dice: “Abraham, apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de todas las naciones. Abraham no vaciló en la fe, aún dándose cuenta de que su cuerpo estaba medio muerto y estéril el seno de Sara. Ante la promesa no fue incrédulo, sino que se hizo fuerte en la fe, dando con ella gloria a Dios, al saber que Dios es capaz de hacer lo que promete, por lo cual le valió la justificación. Y no solo por él, sino por nosotros. Está escrito: ‘Le valió a nosotros, a quienes nos valdrá si creemos en el que resucitó de entre los muertos a Nuestro Señor Jesús que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación”. ¡Amén!