¿Quién educa al pueblo?
“Hombre y mujer los creó Dios”
El Evangelio de este domingo tiene que ver con el mandato que hizo Jesús a los fariseos: ¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo? Él les respondió: “¿No han oído que el Creador en el principio los creó hombre y mujer y dijo: ‘Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre,y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne’?”. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues, lo que Dios ha unido, “que no lo separe el hombre”.
Ellos insistieron: “¿Y por qué mando Moisés darle acta de repudio y divorciarse?”. Él les contestó: “Por lo tercos que son les permitió Moisés divorciarse de sus mujeres; pero, al principio no era así. Ahora les digo yo que, si uno se divorciarse de su mujer - no hablo de impureza- y se casa con otra, comete adulterio”.
Los discípulos le replicaron: “Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae en cuenta casarse”.
Pero Él les dijo: “No todos pueden con eso, solo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres y hay quienes se hacen eunucos por el Reino de los Cielos. El que pueda con esto, que lo haga”.
En el mundo de hoy muchas veces no se entiende este Evangelio y el Señor es claro y preciso cuando habla con los fariseos. Al Señor no le agrada que la mujer sea despedida sin razón. En esa época, las mujeres y los niños no eran tomados en cuenta. Y es el Señor quien la defiende. Por eso el divorcio entre los cristianos debe ser la última opción cuando se hayan utilizado todos los mecanismos para evitar romper la relación matrimonial.
Debemos salir de este ambiente enfermizo de preocupaciones egoístas, donde solamente se piensa en sí mismo en nuestro propio interés y no en el de la otra persona.
No todos nacieron para casarse. Eso es una vocación y no es para seres egoístas. El Señor no obliga a nadie. Es como el joven rico de la parábola que no pudo dejar su riqueza para seguir al Señor. No todas las personas nacen con la vocación del amor y de la entrega. ¡Es un don y hay que pedirlo!
Señor, permite que persevere en la fe como uno de los tuyos hasta el fin de mis días. ¡¡¡Amén!!!