¿QUIÉN EDUCA AL PUEBLO?

“Y salió el sembrador a sembrar su semilla”

Maruchi R. de Elmúdesi

Maruchi R. de ElmúdesiArchivo LD

“Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, la pisaron y las aves se la comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas y las zarzas crecieron al mismo tiempo, la ahogaron. El resto cayó en tierra buena y al crecer, dio fruto al ciento por uno”.

Y dicho esto Jesús exclamó: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Este fin de semana también es rico en parábolas.

Y es rico en semillas de fe.

Estamos celebrando la fiesta de San Pío de Pietrelcina, un santo poco conocido por muchos fieles en nuestro país. Era italiano nacido en el seno de una familia humilde pero amante de nuestra madre del cielo.

A los cinco años se le apareció San Francisco de Asís. Se ofreció como víctima y tuvo apariciones de la Virgen y de su Ángel de la Guarda. Entró a la orden de los Capuchinos. El Rosario era una de sus armas más fuertes contra el mal. Fue canonizado en el año 2002 por el Papa San Juan Pablo II. A lo largo de su vida fue conocido como un místico. Él recibió los estigmas de Jesús y los tuvo por 50 años. De ellos brotaba sangre, pero olía a flores, nunca se le infectaron las heridas en sus manos, pies, costado y hombro dolorosas, aunque invisibles, y durante 50 años hasta su muerte en el 1968.

El padre Pío era conocido por sus numerosas conversiones que consiguió de personas ateas; por sus frecuentes luchas contra el demonio, y por las confesiones diarias. Duraban hasta 16 horas confesando a las gentes. Sus misas duraban hasta tres horas.

Tuvo un discernimiento extraordinario. ¡Un gran santo!