Crece la tensión en los Balcanes bajo la sombra de la guerra entre Rusia y Ucrania
El boicot de las elecciones municipales por parte de la población serbia en el norte de Kosovo ha despertado una vez más las tensiones cíclicas entre Belgrado y Pristina
Kosovo, en serbio, y Kosova, en albanés. Esta dicotomía fonética refleja el conflicto étnico y geográfico que por siglos han mantenido los serbios y albaneses sobre el territorio kosovar, una región que sigue siendo un polvorín en el corazón de Europa.
Kosovo, donde la mayoría de la población es de etnia albanesa y musulmana, declaró su independencia de Serbia en 2008, casi una década después de la campaña de bombardeos de la OTAN que expulsó de Kosovo a las fuerzas serbias, responsables por años de brutales maltratos a los albaneses étnicos.
El último giro de la disputa, que se remonta a los conflictos balcánicos de la década de 1990, ha sido el intento de Pristina por investir en el norte del país, de mayoría serbia, a alcaldes que en las elecciones municipales de abril recibieron un número escaso de votos. En respuesta, la Lista Serbia (SL), principal formación política de los serbios de Kosovo, llamó al "boicot general" de los comicios. Albin Kurti, el primer ministro de Kosovo, envió fuerzas de seguridad armadas a la zona. Esto provocó que manifestantes serbios se concentraran frente a edificios municipales de varias ciudades de mayoría serbia, enfrentándose a las fuerzas de seguridad kosovares y a tropas de la misión de mantenimiento de la paz dirigida por la OTAN, denominada KFOR.
Un total de 30 miembros de las fuerzas de paz, entre ellos 19 italianos y 11 húngaros, resultaron heridos. El comandante de la misión de la OTAN, Angelo Michele Ristuccia, instó en un comunicado a ambas partes a "asumir toda la responsabilidad por lo ocurrido y evitar una nueva escalada". Mientras que el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, calificó de "inaceptables" los recientes enfrentamientos.
Todo este conflicto se desarrolla bajo la sombra de la guerra entre Rusia y Ucrania, que ha reforzado la retórica nacionalista del presidente serbio, Aleksander Vucic, quien es muy cercano a Moscú. Para el escritor experto en los Balcanes, Marc Casals, la intervención rusa en Ucrania ha sido interpretada por algunos líderes serbios como una señal de apoyo a su posición en relación con Kosovo, lo que ha llevado a un endurecimiento de la postura serbia en no reconocer la independencia del país vecino.
Un ejemplo de esto han sido las declaraciones de Vucic, el pasado 29 de mayo en la cadena serbia RTV Pink. El primer mandatario criticó que su homólogo, Albin Kurti, “sueñe con ser una especie de Zelenski”.
“Tanto Kurti como Vucic, llevan tiempo mostrándose intransigentes a la hora de negociar diversas cuestiones, algo que está agotando la paciencia de la comunidad internacional. Estados Unidos ha sancionado a Kosovo y su embajador en el país incluso ha amenazado con convertir el norte en un protectorado”, explica Casals.
Y por el lado de Vucic, según Casals, la situación le conviene porque está quedando como la parte dispuesta a negociar. “Además, le sirve para intentar distraer la atención del público serbio de las protestas contra su régimen que se vienen celebrando desde el asesinato de varios alumnos de una escuela de Belgrado por uno de sus compañeros. Aunque, de momento, con éxito escaso, porque la manifestación del pasado fin de semana fue tan masiva como las que la habían precedido”.
Pero, ¿cómo sería en la actualidad un conflicto bélico entre ambas naciones? Para el autor de la Piedra permanec’, Kosovo es un protectorado internacional de la OTAN, así que cualquier intento de Serbia por invadirlos no la enfrentaría sólo a las fuerzas kosovares, sino también a la Alianza. “Por eso, ahora mismo, más allá de enviar tropas a la frontera como gesto simbólico, parece que no hay mucho que pueda hacer Serbia desde el punto de vista militar”, asegura el experto.
Sin embargo, Casals explica que, aunque la posibilidad de un nuevo conflicto es muy remota, cualquier desestabilización de los Balcanes, incluso esta crisis, beneficia al Kremlin, porque distrae parte de la atención y los recursos que, sin ella, Occidente podría centrar en la guerra de Ucrania.
Mientras tanto, la hostilidad entre Belgrado y Pristina sigue latente. “Lo preocupante es que las posibilidades de integrar a los serbios del norte en Kosovo parecen cada vez más remotas. La comunidad internacional pretende que se repitan las elecciones municipales, pero si los partidos serbios vuelven a boicotearlas... ¿cuál es la salida de esta situación?”, concluye Casals.