Juan Bosch y Peña Gómez gritarían ¡azúcar!
Cuando era un apasionado fanático de los deportes, alguien me preguntó sobre cuáles eran a mi juicio las hazañas más difíciles de romper o emular en el béisbol de Grandes Ligas.
Aunque en el argot deportivo existe el dicho de que “los récords se hicieron para romperse”, mi respuesta fue sin dudar mucho las 511 victorias de Cy Young, la participación de Cal Ripken en 2,632 juegos consecutivos y los 5,714 ponches de Nolan Ryan.
Esos récords serían muy difíciles de romper por los cambios tan sustanciales que ha tenido el béisbol en los últimos años. Dos ejemplos: con los relevistas intermedios y cerradores ya un lanzador abridor no acumula tantas entradas como Young o Ryan, lo que reduce sus posibilidades de obtener victorias y ponches. Y, por otro lado, la fragilidad de los peloteros actuales y la facilidad con que se lesionan, impide que participen en tantos juegos consecutivos como Ripken.
Si en ese tiempo, pero en lugar de béisbol, enfocado en el país y el ámbito económico, me hubieran preguntado sobre algo difícil de que ocurriera en República Dominicana, sin dudar hubiese respondido: Escasez de azúcar.
Pero eso lo viví el pasado miércoles cuando acudí a un colmado cercano a mi casa a comprar el producto y el dependiente me dijo que no tenía. El comerciante también me informó desde el lunes estaba pidiendo el azúcar a su habitual suplidor, sin resultado, por la escasez que se registra actualmente en el país.
Desde que en el siglo XVI el colonizador Gonzalo Velosa instaló en las márgenes del río Nigua el primer trapiche para fabricar azúcar de caña en la isla Hispaniola, la industria azucarera se convirtió en el principal sostén del desarrollo económico del país.
El proceso de modernización del sector en República Dominicana se inicia a finales del siglo XIX y logró su mayor apogeo en la década de 1970, debido al empuje dado a la industria por los principales emporios azucareros instalados en el país.
La azúcar, junto al cacao y el café, fueron por largos años los principales productos de exportación del país y, en consecuencia, los mayores generadores de divisas.
En el caso de la azúcar, tanta fue su importancia para la economía dominicana, que uno de los éxitos de que se ufanaba cualquier gobierno era lograr que Estados Unidos aumentara, o en el peor de los casos mantuviera, la cuota azucarera que tenía reservada cada año al país.
Esa cuota preferencial de azúcar era tan vital para la economía nacional, que el presidente Joaquín Balaguer, en un discurso pronunciado ante la Asamblea Nacional, expresó en una ocasión que colocaría su cargo a disposición del gobernante estadounidense Richard Nixon, si constituía un obstáculo para la asignación de una mayor cuota azucarera.
Con los cambios que hemos tenido hacia una economía de servicios, el azúcar, el café y el cacao han cedido al trípode del turismo, zonas francas y remesas, el liderazgo como principales soportes de la economía dominicana y generadores de divisas.
Lo que nunca se podía imaginar es que el auge de la economía de servicios y el descuido con los productos tradicionales de exportación llegaría a un nivel tal, con respecto al azúcar, que se registraría escasez de un artículo que otrora convirtió a República Dominicana en una potencia de la región del Caribe en ese sector.
En la escasez de azúcar ha incidido la baja producción, a tal punto que Central Romana finalizó su zafra 2022-2023 con casi un millón de toneladas menos de caña molida con respecto al período pasado, debido principalmente al impacto de la sequía.
La respuesta del actual gobierno ha sido su tónica cuando enfrenta situaciones de este tipo: la importación, en lugar de implementar una política de apoyo a los productores nacionales.
Recordemos la ley de tasa cero para importaciones, como respuesta a la carestía que aún persiste en la mayoría de los artículos de la canasta básica, pese a las advertencias del grave daño que esa decisión infligiría a los productores criollos.
Comerciantes detallistas mantuvieron sus quejas la semana pasada por el desabastecimiento de azúcar en el mercado local, pese a que el Gobierno ha insistido en negarlo, aunque sigue autorizando importaciones.
Un mal síntoma del curso económico del país, si escasea hasta la azúcar, un producto de elevado consumo entre los dominicanos y tan ligado a nuestra idiosincrasia como nación.
Y como en el ámbito económico, a diferencia del béisbol con los llamados récords irrompibles, ya vemos que todo es posible, nadie descarta que en algún momento también escaseen el café y el cacao.
Por cierto, ese desabastecimiento de azúcar ocurre en un momento que la campaña política se intensifica. Y la semana pasada fuimos testigos del debate entre el presidente Luis Abinader y candidatos opositores a la presidencia de la República sobre cuáles serían las posiciones que asumirían los líderes Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez, en caso de que estuvieran vivos, frente al actual acontecer nacional.
Que si esos líderes ahora ausentes estarían al lado de la oscuridad o de la transparencia, o a la vera de algunos ricos o de los pobres.
Un ejercicio inútil, porque lo ideal no es cómo ellos actuarían en determinadas circunstancias, sino imitar el comportamiento que exhibieron en procura de lograr una sociedad cada día más justa y equitativa.
Yo, elucubrando un poco, pero sin esos aires de pitonisa de los políticos dominicanos, pienso que Bosch y Peña Gómez lanzarían en la actual coyuntura ese grito de la guarachera cubana Celia Cruz, tan presente en cada una de sus salsas: ¡Azúcar!
Mucho más si Bosch y Peña Gómez eran fanáticos como yo de un exquisito café o un delicioso chocolate, imposible para mí todavía tomarlos –aunque intento bajar su consumo- sin esa azúcar que ahora se vende hasta racionada donde aparece. ¡Cosas veredes!