¿Qué hacer con la pregunta crítica? ¿Dejarla para el final?

En 2001 Israel y los territorios palestinos eran escenario de lo que el mundo conoció como la segunda Intifada, un ciclo de violencia plagada de atentados suicidas por parte de extremistas palestinos y de la feroz respuesta de las fuerzas israelíes. Yo estaba en Tel Aviv invitado por el instituto Histadrut para realizar un curso junto con otros periodistas latinoamericanos, cuando los organizadores anunciaron una inesperada entrevista con Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel hasta 1999.

Como suele ocurrir en estos casos, discutimos y elaboramos un cuestionario y elegimos al mexicano Luis Castrillón Cué para que fungiese como nuestro portavoz. El día fijado Castrillón hizo la primera pregunta y Netanyahu se explayó sobre el tema referente a la paz en la región. Habíamos convenido previamente que una de las preguntas sobre un caso de corrupción que involucraba al exprimer ministro la dejaríamos para el final, pero inexplicablemente nuestro colega la adelantó al segundo lugar y un enervado Netanyahu abandonó la sala sin responder más preguntas dejándonos a todos perplejos y con las manos vacías.

¿Fue una falta de respeto por parte de Netanyahu?, definitivamente; ¿Fue una falta de tino por parte de nuestro colega?, lo más probable es que sí. Claro, si hubiera sido Oriana Fallaci quizá eso no hubiera pasado. A la implacable periodista italiana no le temblaba el pulso para hacer una pregunta incómoda a la primera, pero siempre cabe preguntarse si ésta debe dejarse para el final.

Como el del ex primer ministro israelí hay muchos ejemplos. Entre los más recientes —y sonados— están el del periodista mexicano Jorge Ramos con el mandatario venezolano Nicolás Maduro; el del periodista inglés Tim Sebastian (para la cadena alemana Deutsche Welle News) con el canciller español Josep Borrell (2019), y el del presentador estadounidense John Dikerson con el presidente de su país, Donald Trump (2017).

Pues bien, pienso que si la pregunta es crítica para el desarrollo de la entrevista lánzala de una vez. Si no es así mejor déjala para el final, y de todos modos prevé siempre el escenario: muchas veces depende del tema que estás abordando, del tiempo disponible y hasta del temperamento del entrevistado.

El tema me recuerda una memorable entrevista hecha en 1978 por el periodista peruano César Hildebrandt al escritor argentino Jorge Luis Borges que empezó así:

Primera pregunta: ¿Va a hacer usted conmigo lo que suele hacer con todos los periodistas?

—¿Y qué hago? (respondió Borges)

Tomarles el pelo sin ninguna misericordia…

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