Desde mi pluma
Cenizas quedan
El incendio que afectó a la Penitenciaría Nacional de La Victoria que ha dejado, hasta el momento un saldo de 13 internos fallecidos, debe considerarse como una tragedia de índole mayor.
Ha sido una catástrofe por los estragos materiales, los cuales resultan muy insignificantes frente a pérdidas humanas, pero también ha sido la enésima oportunidad para poner sobre relieve el nivel de hacinamiento que impera en las cárceles dominicanas, en especial en ese recinto.
Desde hace años vengo escuchando en noticieros y leyendo en los periódicos cómo se denuncia que una cárcel que inicialmente fue construida para albergar a algunos 1,200 reclusos, hoy registra una sobrepoblación que supera los 6,000.
Estamos hablando de que quizá la mayor parte de estos reos ven pasar sus días en prisión bajo las peores condiciones y prueba de ello, son los testimonios de sus familiares, quienes tras el siniestro y bajo la desesperación por saber de ellos, se han atrevido a externar un secreto a voces.
Se han atrevido a denunciar que una misma celda es asignada hasta a 40 hombres, que algunos internos “comen a veces”, les toca dormir en el suelo y que, aquellos con la suerte de encontrar un colchón, deben pagar por ello.
En este escenario devastador es propicio recordar que también se ha denunciado la gran cantidad de presos preventivos de nuestro sistema procesal penal, una realidad conocida por todos, de la que están conscientes las autoridades pertinentes y que, estableciendo conjeturas podría ser uno de los factores clave de esa sobrepoblación en La Victoria.
Es demasiado evidente que la situación de este recinto se le ha salido completamente de las manos no solo a este Gobierno sino también a gestiones anteriores, quienes han visto acrecentarse el problema sin que se haya arrojado, hasta el momento, alguna solución definitiva. Entonces ¿qué hará el Estado a partir de ahora al respecto? Esa es la cuestión.