FIGURAS DE ESTE MUNDO

En ti hay perdón

Cuando Dámaso Alonso, crítico y poeta español, puso en manos del público, a mediados de los 40, el libro “Hijos de la ira”, sus lectores lo consideraron un escrito estremecedor y alucinante; léanse estos versos célebres de sus confesiones en las que quiere reconocer, ante los designios del Creador, su miseria humana, su inclinación a aplastar dentro de sí todo bien y a enfangarse en el pecado: “El dedo de Dios me ha señalado: odre de putrefacción quiso que fuera este mi cuerpo,/y una ramera de solicitaciones mi alma./Pero desde la mina de las maldades,/ mi corazón se ha levantado hasta mi Dios,/ y le ha dicho: ‘Oh Señor, tú que has hecho también la podredumbre,/ mírame,/ yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que nadie compra,/ y donde casi ni escarban las gallinas./ Pero te amo, te amo frenéticamente./ ¡Déjame, déjame fermentar en tu amor,/ deja que me pudra hasta la entraña,/ que se me aniquilen hasta las últimas briznas de mi ser,/ para que un día sea mantillo de tus huertos!”.

Después de reconocer sus pecados, el hombre tiene ante sí un motivo mayor de aliento: la certeza de que hay perdón de Dios. En el Salmo 130 (De Profundis), leemos: “Jehová, si miras los pecados, ¿quién, Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado”.

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