Consecuencias educativas de las deportaciones

El ser humano tiene tres lugares de aprendizaje: la calle, la casa y la escuela.

Pero ninguno más poderoso, sobre todo en poblaciones humildes, que la calle, donde quien instruye es el Estado a través del monopolio de fuerzas (físicas y simbólicas) con las que ejerce su predominio.

Así, el Estado es el principal docente de una sociedad, y sus políticas públicas son a la vez el currículo y el método pedagógico del cual aprende la gente a cómo vivir entre sí.

Hoy, cuando el Estado dominicano lleva a cabo una de las campañas antiinmigrantes más violentas en su historia reciente, la ciudadanía observa atenta lo que promueven y hacen sus autoridades, e inconscientemente va incorporando a su cultura lo que ve y oye como “legítimas” acciones de sus instituciones.

El racismo de Estado que discrimina, persigue, abusa y deporta seres humanos indefensos, tarde o temprano se vuelve búmeran y daña a sus propios ciudadanos, encadenando una secuencia de violencia del más fuerte ante el más débil.

Nuestro pueblo no necesita la crueldad como patrón de conducta.