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El ciclo preocupante de la corrupción

La facilidad con la que la sociedad olvida los casos de corrupción es un fenómeno inquietante y, al mismo tiempo, preocupante en la República Dominicana.

Hemos sido testigos de múltiples escándalos, donde tanto funcionarios como empresarios aparecen involucrados en prácticas ilícitas que afectan directamente el bienestar del país.

Inicialmente, estos casos generan una gran indignación, tanto en los medios tradicionales como en las redes sociales, y provocan una reacción emocional en diversos sectores de la población. Sin embargo, con el paso del tiempo, esa furia y exigencia de justicia parecen diluirse.

A lo pasado, pisado (algunos prefieren olvidar y seguir adelante sin aprender de los errores). Quizás suena irónico, pero intento señalar cómo los corruptos no solo sobreviven a los escándalos, sino que a veces salen más fortalecidos socialmente.

Es notable cómo estos personajes, que deberían enfrentar consecuencias graves, logran recuperarse con sorprendente facilidad. Lo que en principio es un rechazo abierto hacia sus acciones, con el tiempo se transforma en tolerancia y, en algunos casos, en aceptación.

Esta situación plantea una pregunta importante: ¿cómo es posible que aquellos que han sido señalados por actos de corrupción puedan mantener o incluso mejorar su estatus en la sociedad?

Parte del problema radica en la percepción de que el poder y el dinero pueden comprar una forma de redención. Aquellos que en algún momento estuvieron en el centro de la polémica logran reinsertarse en la vida pública sin mayores dificultades.

Esto no solo es un reflejo de la debilidad institucional, sino también de una cierta complicidad social que, consciente o inconscientemente, permite que esto suceda.

La falta de consecuencias visibles, tanto legales como sociales, refuerza la idea de que la corrupción es algoque se puede superar con el tiempo y los recursos adecuados.

Es crucial que, como sociedad, se mantenga viva la memoria de estos eventos.

No solo por la necesidad de justicia, sino también por la importancia de evitar que estos patrones se repitan.

La corrupción, más allá de desviar recursos económicos, priva a las futuras generaciones de mejores oportunidades en términos de educación, salud y desarrollo.

Combatir este fenómeno implica no solo la acción judicial, sino también un cambio en la conciencia ciudadana, donde el olvido no sea una opción y la impunidad no siga siendo la norma.

Para lograr un cambio real, los ciudadanos deben mantener un nivel de exigencia y compromiso a largo plazo, no solo en momentos de crisis.

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