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Muerte, duelo y salud mental

El gran novelista y escritor francés, Alejandro Dumas, dijo en una ocasión “Los seres queridos que perdemos no reposan bajo la tierra, sino que los llevamos en el corazón”; el cristianismo añade que reposan también en el corazón de Dios y junto a quienes han sido declarados miembros del santoral. Efectivamente, la Iglesia católica, recuerda de un modo especial, el día primero de noviembre, a todos los santos: cristianos que trasparentaron la luz de Dios en sus vidas, proyectándola a los demás; igualmente recuerda el día dos, a los fieles difuntos: la calidez de su alma no muere, se queda en las huellas hermosas que dejan en nuestro ser; cada bello recuerdo persiste imborrable en nuestro interior, todas sus palabras y el amor que nos entregaron, vivirán siempre en cada latido y en cada pensamiento.

Sin embargo, la muerte es una de las experiencias de pérdidas que genera mayores traumas cuando no se trabaja correctamente. Definitivamente, todo aquello que nos es querido y lo perdemos, remueve cuotas importantes de dolor, tristeza o depresión.

Al dolor del duelo se adiciona la forma de presentar la información sobre la muerte. Dar malas noticias es un arte, pero lo es también dar el pésame. Otro aspecto importante lo constituye la culpa, como huésped habitual tras el duelo. Asimismo, la culpa irracional, e incluso, la culpa por ir mejorando nuestro ánimo a medida que se va cumpliendo el proceso de duelo. El dolor del duelo, a veces no viene solo, sino que trae compañía.

Además, hay un mito relativo al duelo, el cual hace daño: “El tiempo todo lo cura”. Todo proceso de elaboración del duelo requiere de un trabajo en el tiempo, pero el tiempo no lo cura. Decía el novelista y crítico francés, Marcel Proust: “Te curas de un dolor sólo a condición de que lo experimentes plenamente”.

Una de las muertes que genera mayor sentimiento de culpa es el suicidio. El filósofo alemán, Schopenhauer lo expresó así: “El suicidio, lejos de afirmar la voluntad de morir, afirma la voluntad de vivir”.

Unido al sentimiento de culpa está la experiencia de fracaso del superviviente. Es angustioso pensar en haber fracasado como progenitor o cuidador. El suicidio despierta muchas preguntas sin respuestas y gran confusión. Las personas en duelo por suicidio experimentan rabia y rechazo hacia el ser querido que se suicidó: por haberse dado por vencido, por no pedir ayuda y por no hablar.

Por otra parte, con la pérdida de un progenitor: el espejo se rompe, la identificación con uno de ellos se desmorona, se detiene; y, el huérfano, se desorienta. Otro tipo de duelo que genera mucho dolor es el de una desaparición. Si todo duelo genera una situación de desorientación, de incredulidad, de angustia; el duelo por un secuestro es particular. La persona se mueve entre la aceptación y la negación. Suele generarse una inmensa distancia entre la aceptación racional y la emocional. Un duelo significativo, no trabajado, compromete la salud mental, emocional y espiritual ¡Cuidémonos, buscando ayuda!