PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

¿Qué define a un cristiano?

Según los Hechos de los Apóstoles “fue en Antioquía donde los discípulos por primera vez recibieron el nombre de cristianos” (Hechos 11. 26). Una de las convicciones fundamentales de la primera comunidad fue ésta: Jesús de Nazaret es el Cristo, es decir, el Mesías, aquél en quien se cumplen todas las promesas de Dios a su pueblo; el que realiza su proyecto de salvación.

Los jóvenes que son confirmados saben que, en Israel, se confirmaban todas las formas de liderazgo ungiendo con aceite. Llamar a Jesús el Cristo era reconocer que sobre Él reposa la unción del Espíritu Santo para una misión de salvación que realizaría el proyecto de Dios sobre su pueblo y sobre todos los pueblos.

Hablar de salvación implica dos dimensiones: primero es destruir la maldad que esclaviza e impide a Israel realizar su vocación más profunda y segundo, salvar quiere decir ofrecer gratuitamente una oportunidad de libertad para construir la felicidad. Todo el que es confirmado está llamado a una doble misión: luchar contra la maldad que daña la vida humana y trabajar por construir la fraternidad que la realiza.

Por ejemplo, cuando Ezequiel anuncia en nombre del Señor que destruirá la maldad del pueblo, afirma: “Entonces los rociaré con agua limpia y quedarán limpios; de todas sus inmundicias y de todos sus ídolos los limpiaré” (Ezequiel 36, 25). Y cuando anuncia la transformación radical que lleva a cabo la salvación del Señor, enseña: “Además, les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne.” (Ezequiel 36, 26).

Jesús rechazó la maldad tan radicalmente en su vida que se atrevió a preguntar: “¿Quién de ustedes encontrará falsedad en mí? (Juan 8,46). Y Jesús estaba tan persuadido del objetivo positivo de su misión, que el evangelista Juan lo presenta así: “he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10,10).

Confesar a Jesús como el Cristo de Dios exige luchar contra la maldad y los ídolos que destruyen actualmente a la humanidad: la ambición del dinero, de poder, la búsqueda irresponsable del placer y el egoísmo asesino. Igualmente, creer en Cristo es dejar atrás el corazón de piedra, la indiferencia ante los males actuales y responder con un corazón de carne. 

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