Lincoln, Roosevelt y Kennedy: presidentes otorgando valor a las artes
Luz sobre la Isla cae a borbotones, contrariando las oscuridades tozudas. La gente apagones no quiere. Tampoco yo. Sin embargo, pienso, existiendo: ¿es el precio por carecer de pozos petroleros y continuar impávidos, viendo el tiempo de construir presas hidráulicas y promover fuentes de energía renovables pasar?
Las economías tienen sus estructuras. Las forman capas, sedimentos sucesivos en su evolución histórico-política. Asentamientos de grupos y figuras en la poltrona pública a su paso dejan marcadas sus improntas, delimitadas sus comarcas.
He ahí el resultado de esa crónica de insensibilidades impasibles.
Mientras la vuelta de energía espero, para teclear este texto, celebro en éxtasis haber reencontrado, por albur puro y asombro, aquel artículo del asesinado trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy publicado en la revista “The Arts in American” el 18 de diciembre del 1962 colgado hoy en el Proyecto “Presidency”.
¿Kennedy escribió de arte?, preguntarán algunos. ¡Waoo! Nuestra cercanía a los Estados Unidos, ¿es real o desperdiciamos, impasibles, la oportunidad de nutrirnos, ignorando que otras y más importantes fuentes alibles hay allí, además del dólar, naturalmente?
Kennedy, describió el encuentro del presidente Franklin Delano Roosevelt con Francis H. Taylor, director del museo de Arte de Worcester, Massachusetts, desde 1931 y del Metropolitano, desde 1940, año del encuentro. Roosevelt lo recibió después que al embajador británico Lord Lothian. “Dejando de lado su preocupación lúgubre por la guerra”, y lo mantuvo en su oficina por hora y media, escribió Kennedy.
Importante es que a Taylor, Roosevelt expusiera sus planes “de ampliar la apreciación del arte”, esperando “con ansias el día en que «todas las escuelas (norteamericanas) tendrían pinturas estadounidenses contemporáneas colgadas en sus paredes»”.
Kennedy, en muestra de esa integridad ética perdida por muchos comunicadores e “intelectuales” vernáculos, declaró su fuente de información: George Biddle, “distinguido artista” para quien “Roosevelt tenía poco discernimiento en su gusto por la pintura y la escultura. [Pero] tenía una comprensión más clara de lo que el arte podía significar en la vida de una comunidad —para el alma de una nación— que otro hombre que haya conocido”.
Esa preocupación del presidente estadounidense por las artes no era capricho ni exclusiva de Roosevelt. Acompañaba la configuración de su gobierno y Estado desde sus albores. Kennedy escribió: “En el año 1941, el propio Roosevelt recordó a otro presidente que también encontró tiempo en medio de grandes pruebas nacionales para dedicarse a proyectos artísticos”.
En la inauguración de la Galería Nacional de Washington, DC (1941), recordó que en 1981 “se había reunido” gente, para ver la cúpula del Capitolio terminada, con su diosa de la libertad colocada encima”. El presidente de entonces dijo que “Había sido un negocio costoso y laborioso” —recordó Roosevelt, según Kennedy—, “que desvió mano de obra y dinero de la prosecución de la guerra y ciertos críticos… encontraron mucho que criticar” de sus columnas de mármol, sus puertas de bronce y adornos… Y aquel presidente respondió: “Si la gente ve que el Capitolio sigue adelante, es una señal de que tenemos la intención de que esta Unión continúe”.
El nombre de aquél presidente era Abraham Lincoln, reveló.