RD, Haití, Ucrania y el costo incremental de los terceros en la diplomacia “a la franca”
Si la guerra ruso-ucraniana ha puesto algo de relieve de forma incontrovertible es el altísimo costo que los participantes en negocios o disputas deben pagar como efecto de involucrar a terceros en sus amigables u hostiles transacciones.
El periódico francés “Le Monde” no tuvo reparo en informar que tan pronto las autoridades de Ucrania, legítimas o no, estructuraron y comunicaron “al mundo” su plan o “estrategia para la victoria” —hecho curiosamente próximo al término de su periodo constitucional legítimo—, ofreciendo a los Estados Unidos (EE. UU.) y a las naciones de la Comunicad Económica Europea (CEE) participación en las riquezas ucranianas a cambio de apoyo económico y militar contra Rusia, el gobierno francés designó un emisario para negociar los términos de su participación en ese negocio. En consecuencia, en la última semana el gobierno francés optó por asumir el enfrentamiento contra Rusia bajo términos endurecidos y el pasado jueves, según informaron medios internacionales, dos aviones franceses G2-G3 llegaron a Ucrania para integrarse al conflicto ruso-ucraniano.
En adición y a raíz del reciente desplante a las autoridades de Ucrania en la Casa Blanca y la negativa de Washington a seguir financiando la defensa de Europa, el Reino Unido se movilizó para convocar una cumbre entre aliados europeos que conformó un grupo de “dispuestos” a apoyar a Ucrania, aprobando un fondo de 158 mil millones de euros para “reforzar la defensa y enviar armas a Ucrania”, después de acoger la propuesta de la presidencia de la Comisión Europea de movilizar “cerca de 800 mil millones de euros” para los gastos de defensa de la Unión Europea, según Deutsche Welle (dw.com). En adición, Christoph Trebesch, director del Ukraine Support Tracker en el Instituto de Kiel, afirmó: “Si se observan los presupuestos gubernamentales de la mayoría de los países europeos donantes, la ayuda a Ucrania durante los últimos tres años parece más un «proyecto político favorito» menor que un gran esfuerzo fiscal”. Como afirma que 2/3 de la ayuda a Ucrania ha sido en equipo militar, es lícito preguntar: quienes “apoyan” a Ucrania, ¿están aprovechado su tragedia para venderle armas obsoletas y obtener recursos que financien el remozamiento de sus arsenales?
En tanto, actuando para garantizar la oportunidad que la guerra ruso-ucraniana les ofrece, pocos países de Europa actúan discursando sobre la ayuda sin sobrepasar las acciones que puedan contraríar las posiciones de Washington, cuya Casa Blanca continúa presionando, condicionando su apoyo, exigiendo el fin de la guerra y creando, para ello, una mesa de diálogo entre delegados suyos y ucranianos, prevista para la semana que empieza mañana. Rusia, aclaran en EE. UU., continúa “machacando” a Ucrania, según término del presidente Trump, quien espera que los actuales empoderados en Ucrania firmen con los EE UU un acuerdo que les garantice el derecho a explotar las riquezas nacionales, en pago a los cientos de miles de millones de dólares gastados en su apoyo a Ucrania.
¿Apoyo gratis?
Hacia donde quiera y como quiera que se mire, el panorama es similar: en esta guerra nadie está apoyando a Ucrania de gratis, al parecer ni siquiera su propio gobierno. Al contrario, cada cual ha dejado claro que participa a cambio de un trozo del pastel una vez salga de la hoguera o de garantías de vidas y seguridades. Que no hay idealismos alguno sino racionalidad extrema, una real politik ahora comunicada por lo que podríamos designar como recién inaugurada diplomacia “a la franca”.
Es la lección que las naciones sin poderío militar ni capacidad nuclear podrían aprender de una vez por todas: más vale un mal arreglo que el más formidable de los pleitos.
Como nación, estamos conminados a aprenderlo, interiorizarlo y ponerlo en vigencia y práctica, para guiar las relaciones bilaterales con cualquiera y, en particular, con nuestro vecino Haití. Allí fuerzas despiadadas se debaten el poder, en un formato de contienda que sólo remite al origen nefasto de la presencia franco-inglesa-holandesa-portuguesa en la Isla prohijado en las angurrias de dominio y riquezas de las entonces potencias colonialistas y los oportunistas. ¿Su consecuencia para nosotros?, piratas y bucaneros, con su correspondiente secuela de corrupción, dessocialización y tráfico.
Con las despoblaciones de Puerto Plata, Monte Cristi, Bayalá y La Yaguana en 1605 el gobernador Antonio de Osorio ejecutó la ordenanza del rey Felipe III de España que pretendía impedir el comercio ilegal, el vínculo y relación con los protestantes, fecundando el óvulo que sesenta años después germinaría como ocupación francesa de la Isla de la Tortuga (1665) desde donde las tropas de Luis XIV —para los dominicanos el Rey Averno— avanzaron hacia la zona occidental de La Española, para convertirla en colonia francesa (Saint Domingue), hoy Haití, reconocida por España como propiedad francesa en el tratado de Aranjuez de 1777. Una situación de facto que hoy avanza a su reedición, anclada a la alta variación sufrida por el perfil étnico nacional en desarrollo durante los últimos treinta años. En tantos más, la dominicanidad como fue conocida hasta los años ´80s habrá sido arrasada y las potencias colonialistas “tendrán a su favor el argumento” para dictar e imponer la unificación territorial insular, medrando entre los “adversarios”.
Son estos hechos, hijos de la calidad multi colonial insular derivada de la actualidad multipolar, los que luego de haber producido el peor daño fáctico a la unidad e integridad territorial de la Isla, se erigen nuevamente como riesgo con incrementadas probabilidades de ocurrencia y desmembramiento de la dominicanidad; de subsumirla en una unidad geográfico cultural hibridante, pro haitiana porque “apoyando” al más débil y “aliándose” a él incrementarían sus rentabilidades probables.
Sin embargo, es importante resaltar que como reverso de aquel evento de Osorio una cultura diferente en formas y maneras de ejercer el poder y validarlo, de las praxis sociales que acuña como distintivas, encontró refugio en la parte oriental de la Isla, donde floreció y continúa floreciendo hasta conformar lo que la República Dominicana es. Una identidad que cifra entre sus valores el rotundo rechazo, la repulsa absoluta y la no tolerancia colectivos y generalizados a los niveles de salvajismo social, al estado de naturaleza que como normas de conducta y ejercicio público han imperado en la porción occidental de la Isla desde entonces, incluso en su modalidad de República, efecto de su persistente valor como Estado de disminuido y debilitado sentido y función sociales.
Involucrar terceros en las iniciativas entre dos, las encarece y deforma.
Es lo que la historia enseñó y la actualidad continúa enseñando.
Hay quienes que, móvidos sólo por objetivo de mantenerse el poder o por una angurria infinita son capaces de llevar a los colectivos sociales y a sus Estados a la ruina y a la tumba. “Después de mí, el diluvio” (Après moi le dèluge), sentenció el sucesor y heredero del Rey Luis XIV, su hijo Luis XV, cuyo descendiente perecería en la guillotina de Robespierre. A veces los gobernantes o líderes son tan infantiles y actúan tan incitados por la venganza e irracionales pretensiones de absolutismos y grandezas que terminan actuando como personas despechadas ante los demás o ante quienes las abandonan o derrotan: dispuestas a pernoctar y conciliar con cualquiera, incluso a cambio de nada o de poco, ni siquiera por placer, sólo para permitir que su odio, ego y alucinadas fantasías invadan todo, expansivas. Hitler es el mejor ejemplo de esa apetencia sedienta, siempre insatisfecha y adicta, por drogas, estimulantes y opioides.
Hay gente que ha hecho tanto daño que tiembla de pavor al salir a la calle, temiendo no tener un perro negro.
Otros se tornan salvajes y tiranos porque no pueden poner un pie fuera de sus casas sin temer que alguien ejerza sobre ellos una vendetta.
Actuar sin medir consecuencias es el peor rasgo de un político y denuncia su ignorancia, impropiedad e incopetencia. Está comprobado que resultan muy caras, en lo personal y lo social. Acguar así generalmente deja viudas, mujeres, hombres, novias y jóvenes envejecidos prematuramente; maltrechos, aburridos, desconsolados, empobrecidos y enajenados, no de riquezas pues pueden acumular muchas, sino de tranquilidad y sosiego.
Ucrania, de continuar recibiendo y aceptando “apoyos”, endeudándose a tal grado para continuar guerreando bajo el esquema de la “estrategia triunfal” propuesta y en ejecución por sus actuales autoridades —legítimas o no—, que la enajena de las fortalezas internas que sus riquezas podrían financiar, terminará siendo despedazada y para los suyos empobrecida. De todos modos ya no volverá a ser lo que fue antes de febrero del 2022. Ha acreditado demasiado hacia afuera. Atomizada, despedazada en pequeños trozos de poder y capacidad relativamente proporcionales al número de involucrados a los que deberá pagar, como ya le exigen que pague. ¡Amigos rentando igual que el invasor, berneficiandose más o igual sólo que con menor esfuerzo y derecho!
¡Llegó a la encrucijada de la naranja podrida!
Nada es gratis bajo el sol. Y quien crea que un Estado empobrecerá o cederá sus riquezas y fortalezas a favor de personas diferentes que sus ciudadanos, está en un error Craso. Eso sólo lo propician y hacen los maníacos.
La tragedia de Ucrania, apenas ha empezado. Su consecuencia previsible: la desnacionalización total y progresiva. Para bien o para mal. Ante tal espejo, las naciones más o menos débiles, en proceso de desarrollo, podrían colocar a la entrada de cada uno de los despachos de sus funcionarios, desde el más bajo al más encumbrado, una frase terminante: Mientras más participan en la mesa, menos tocará a los comensales. Mientras más grande el conflicto, más vale el peor arreglo.