sin paños tibios
El mundo que fue
Ya sean los famosos 21 días observados por Maltz en 1960, o los 66 días estimados por Lally en 2009, incorporar nuevos hábitos en nuestras vidas y asumirlos como prácticas permanentes, toma tiempo.
Tras 71 días, tenemos que acostumbrarnos al ritmo vertiginoso de acontecimientos geopolíticos que se suceden en el mundo, bajo la presidencia de Donald Trump.
El mundo que era ha dejado de ser. 71 días han bastado para ponerlo todo patas arriba, pero, sobre todo, para destruir todas las certezas sobre las cuales se había sostenido el orden mundial desde 1945.
Para comprender el presente habría primero que entender el pasado. Y no sólo el muy próximo, ese que comenzó tras la Segunda Guerra Mundial, sino –quizás– el anterior; el que por siglos conformó a Europa como “modelo” que, a fuerza de superioridad militar y tecnológica, se impuso sobre el resto del planeta.
Los últimos dos mil años de historia europea constituyen la confirmación del modelo occidental de hacer la guerra, hoy vigente en todo el orbe. Europa apostó todo a la guerra desarrollando un ethos letal; una idiosincrasia militarista que resolvía todo por la fuerza. Cuando al carro de esa cultura tecnológicamente superior se subió el racismo científico y la xenofobia como política pública, llegar a Auschwitz era cuestión de tiempo.
Sobre las cenizas aún humeantes de los hornos crematorios, Estados Unidos se erigió, no sólo como potencia victoriosa y hegemónica, sino como garante universal de unos valores, principios y derechos, inherentes a todos los seres humanos; y, en esa lógica –con las altas y bajas impuestas por la realpolitik de la Guerra Fría–, golpes de Estado, invasiones, magnicidios o bombarderos; debajo del barniz imperial, los intereses de Wall Street y el “complejo militar industrial”, también existía un marco mental compartido por su élite de que habían algunas cosas que tenían que ser “porque sí”; porque el Destino Manifiesto llevaba aparejado la responsabilidad histórica de ser el policía mundial; el garante de la paz y del mantenimiento de unos derechos humanos básicos.
Todo eso quedó atrás. El mundo unipolar que emergió tras la victoria de la Guerra Fría ahora da paso a un multilateralismo salvaje. Los criterios bajo los cuales EEUU se manejó con amigos, aliados, clientes y adversarios han sido echados por la borda. Una mentalidad de suma cero domina la agenda imperial. Con un enfoque de casino, todo se reduce a doble o nada; y, como en el casino, lo gana todo quien tiene las mejores cartas. En defensa de Trump, está haciendo exactamente lo que dijo que iba a hacer si le votaban… y le votaron.
Así las cosas, el manejo que vemos en Ucrania, Groenlandia o Panamá, obedece al mismo marco mental. De aquí en adelante, el mundo que conocimos quedó atrás, y toca caminar con pies de plomo sobre un techo de cristal; y, aparte de tener un liderazgo político firme y sereno, quizás también deberíamos rezar… que buena falta que hará.