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Qué desagradable tú cumplido

Exhibición que Pineda realizaba, le agregaba un escrito más, hasta completar cada una de las partes del juguete con tinta y es así como nos sentimos cuando nos abordan con palabras groseras: tatuadas, marcadas y sucias.

Exhibición que Pineda realizaba, le agregaba un escrito más, hasta completar cada una de las partes del juguete con tinta y es así como nos sentimos cuando nos abordan con palabras groseras: tatuadas, marcadas y sucias.

El domingo pasado me dirigía a mi casa, vestía un pantalón largo, un t-shirt y tenis, nada insinuante, mi pelo estaba recogido y me atrevo a decir que algo despeinado, mi cara totalmente limpia de maquillaje, incluido pinta labios… y aún así, un caballero se atrevió a abordarme.

Mientras estaba parada para cruzar la vía y esperaba que los conductores me dieran paso, el caballero detuvo el andar de su vehículo para cuestionarme a donde iba -“¿Para donde vas?”- fue lo que pregunto con tono insinuante tras bajar el cristal del automóvil en el que se desplazaba, me limite a mirarlo y decirle -“permiso, necesito cruzar”- a lo que el siguió mirándome, quizás tratando de encontrar otra respuesta a la que le brinde mientras voltee mi rostro.

El caballero detuvo el andar de su vehículo para cuestionarme a donde iba

El caballero detuvo el andar de su vehículo para cuestionarme a donde iba

¿Cuál es el problema?, me imagino que es la pregunta que muchos se harán, “quizas sólo le quería dar una bola”, -pensarán algunos- “para estas mujeres todo es acoso”, imagino que juzgarán otros y por ahí se va la corriente de pensamientos y conclusiones.

“No es nada del otro mundo”, los entiendo y los respeto, pero que desagradable para mi, esa tarde de domingo que alguien a quien nunca he visto en mi vida, a quien no provoque y que más que halago me provoco miedo me abordará, sobre todo, porque claramente es una persona que dobla mi edad con creces y continúa con ventaja.

Esa tarde ese hombre no me dijo nada hiriente, pero con la mirada lasciva y la pregunta, fue inquietante y me sentí violentada, pero sobre todo en el lugar de tantas que reciben día tras día, faltas de respeto disfrazado “cumplido”, y más que miradas lascivas que, las toquen y palabras peores que una “simple” pregunta de donde me dirijo.

Ya basta de que las mujeres seamos víctimas, de manera particular no quiero serlo, tampoco que mis amigas lo sean, mis hermanas o mis primas, no lo merecen, yo tampoco.

Creo que ya basta de confundir el acoso lleno de falsa amabilidad, que daña, corrompe y causa heridas.

Vivimos en una sociedad en la que las calles están llenas de “caballeros”, sí, entre comillas, que se llenan la boca para simplemente insultar, en su falsa creencia de halagar.

Esto me recuerda a mi visita en el Centro Cultural León, en Santiago, donde el fallecido artista dominicano Jorge Pineda reflejo a través de una muñeca esta realidad social que nos arropa y que, como dato curioso la guía compartió que en cada exhibición que Pineda realizaba, le agregaba un escrito más, hasta completar cada una de las partes del juguete con tinta y es así como nos sentimos cuando nos abordan con palabras groseras: tatuadas, marcadas y sucias.

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